LAS SENSACIONES VISCERALES Y LA INTUICION.

LAS SENSACIONES VISCERALES Y LA INTUICION.

En 1998 se publica un libro titulado ?Inteligencia Emocional? de David Goleman que constituye un ?best seller? a nivel mundial.

Es un libro revolucionario que trastoca ?básicamente ?el concepto clásico de ?inteligencia?.

Goleman nos descubre que existen formas distintas de ser inteligente y tienen que ver más con la auto-conciencia, el control de los impulsos, la persistencia, el entusiasmo, la empatía, la auto-motivación o las habilidades sociales, que con el cociente intelectual, el CI.

Esto que hoy forma parte del día a día de Científicos, Psicólogos, Head Hunters (Caza Cabezas) (Caza Talentos) Gabinetes de Orientación Profesional y un largo etcétera; hasta la década de los Ochenta del pasado siglo, era, al menos en los ámbitos generales del mundo laboral e incluso científico, algo desconocido.

La base de evaluación de candidatos era el CI Cociente intelectual y la experiencia práctica, amén de otras cualidades o condiciones personales del candidato, pero dando gran preeminencia a su CI y a su experiencia en el ámbito del trabajo para el que se requería la candidatura, fundamentalmente.

Posteriormente, el propio David Goleman publica ?La práctica de la Inteligencia Emocional?

Libro que en su Capitulo 4, titulado La Brújula Interna, entre otras cosas, nos dice, que es muy frecuente que la vida nos obligue a tomar decisiones arriesgadas, decisiones que nunca son tan claras como los modelos del tipo ? sí esto?, entonces aquello?,que se nos enseñan en los cursos de análisis de riegos y toma de decisiones; en donde se insiste en el modo de afrontar las decisiones cotidianas que tenemos que adoptar en nuestro entorno laboral, como por ejemplo, qué persona debe ascender, con que empresa debemos fusionarnos, que estrategia de mercado debemos adoptar o sí tenemos que aceptar la oferta de algún negocio.

Cuando se trata de tomar decisiones de este tipo, las sensaciones viscerales- la sensación profunda de lo que está bien y lo que está mal- puede brindarnos una información fundamental que no debemos ignorar, a menos que queramos arrepentirnos más tarde o más temprano.

A continuación pone el ejemplo de un grupo d empresarios (Sesenta) que gestionaban empresas cuyos ingresos iban desde los dos hasta los cuatrocientos millones de dólares y cuenta que solo uno de ellos admitió atenerse a los métodos clásicos de la toma de decisiones y, aún así, añadió, que para tomar la decisión final recurría a la intuición.

El resto de empresarios de este grupo usaban sus sentimientos para confirmar o (refutar) el análisis racional o bien dejaban que sus emociones les guiarán desde el comienzo y después buscaban datos y razones que les permitiesen sostener su presentimiento visceral.

En opinión de uno de ellos, el primer paso es siempre muy consciente, muy deliberado y muy analítico,?, pero al mismo tiempo, no debemos desdeñar el aspecto emocional porque ambos son igualmente necesarios.

Otro empresario subrayó la falacia que implica el hecho de tratar de tomar decisiones exclusivamente racionales, algo que él mismo denominaba, ?el parche de la teoría? ya que en su opinión ?cuando uno actúa de ese modo y tarta de ser completamente objetivo?solo puede contar con un puñado de frías estadísticas.
Pero internamente es como si hubiera otro tipo de criterio que sopesara todos los datos? y ese criterio tiene que ver con los sentimientos.
A veces el cerebro dice algo así como ?Bien esto va a molestar a mucha gente? y sin embargo hay un sexto sentido que me dice ?pero a pesar de todo creo que es lo más correcto? Y yo he tenido que aprender a confiar en ello.

David Goleman se adentra en el desarrollo del tema de la:

La fuente de la sensación visceral, y nos dice:

La capacidad de percibir este tipo de sensaciones subjetivas tiene un origen evolutivo. Las regiones cerebrales implicadas en las sensaciones viscerales son mucho más antiguas que las delgadas Capas del neocórtex, el centro del pensamiento racional que se halla situado en la parte superior del cerebro.

Los presentimientos, por su parte, se asientan en una región mucho más profunda, en los centros emocionales que rodean el tallo cerebral y, más en particular, en la anatomía y ramificaciones nerviosas de una estructura en forma de almendra denominada ?amígdala?.

Esta red de conexiones- a la que a veces se la conoce con el nombre de ?amigdala extendida?- llega hasta el centro ejecutivo del cerebro situado en los lóbulos prefontales.

El cerebro almacena los diferentes aspectos de una experiencia en distintas regiones cerebrales (la fuente de la memoria está codificada en una zona, las imágenes en otra, los sonidos en una tercera, etc.) y la amígdala, por su parte, es el lugar en el que se almacenan las emociones que nos suscita una determinada experiencia.
De este modo, toda experiencia que haya despertado en nosotros una determinada reacción emocional ? por más sutil que esta sea- parece quedar codificada en la amígdala.

Reuven ?Bar On, pionero en el estudio de la evaluación de inteligencia emocional, ha constatado la misma pauta de puntos fuertes y débiles entre los hombres y las mujeres de todo el mundo

(Tanto en Alemania, Israel y Estados Unidos, como entre los igbu de Nigeria y los tamiles de Skri Lanka).

Sus conclusiones se basan en una investigación sobre la inteligencia emocional realizada con no menos de quince mil personas procedentes de más de doce países de cuatro continentes.

Así pues, en tanto que almacén de todos los sentimientos ligados a nuestras experiencias, la amígdala nos bombardea de continuo con este tipo de información, de modo que, siempre que aparezca alguna preferencia ? ya sea de pedir un arroz en lugar de una lubina o la sensación de que debemos renunciar a participar en un negocio- nos hallamos invariablemente ante un mensaje de la amígdala- especialmente los nervios conectados con las vísceras- nos proporcionan una respuesta somática. (De soma, cuerpo en griego) (Es decir corporal)

Como ocurre con el resto de elementos de la inteligencia emocional, esta capacidad va consolidándose a medida que acumulamos nuevas experiencias y se revela en nosotros ? una sensación visceral- de la decisión que debemos tomar.

Como decía un empresario de éxito que participaba en una investigación realizada en la universidad de California del Sur. ?Hay personas que tienen esa sensación cenestésica?Y creo que los jóvenes tienen menos intuiciones que los adultos debido a su menor acumulo de experiencias?

Es como sí su estómago les dijera algo y se produjese una reacción química en el cuerpo, espoleada por la mente, que tensase los músculos de la región abdominal, como sí su estómago dijera ?Hummm, esto no me parece bien?

La expresión clásicamente utilizada para referirse a este tipo de sensibilidad que nos orienta es el de sabiduría y como podremos comprobar, la gente que ignora o desdeña los mensajes procedentes de este almacén vital suele terminar lamentándolo.

Hasta aquí Daniel Goleman.

Quiero añadir que ya los griegos, en la época histórica de su esplendor en la filosofía, las artes y el teatro, situaban la cenestesia, ?que podríamos traducir por la sensación visceral de placer o displacer,? en el plexo solar; lo que ocurre que por estar tan próximo al estómago, se confunde con frecuencia y creo que todos hemos oído decir a otros más de una vez, estoy nervioso/a y tengo la sensación de tener mariposas en el estómago?

Fue un neurólogo de la Universidad de Iowa, en los Estados Unidos, Antonio Damasio, quién por sus experiencias en el tratamiento de pacientes en su consulta y su especialidad médica, llegó a la conclusión de que nuestras mentes no están organizadas como un Ordenador que pueda brindarnos una pulcra copia impresa de los argumentos racionales a favor y en contra de una determinada decisión, basándose en todas las ocasiones anteriores en que hayamos tenido que afrontar una situación similar. En lugar de ello, la mente hace algo mucho más elegante, calibrar el poso emocional que han dejado las experiencias previas y darnos una respuesta en forma de presentimiento o de sensación visceral.

Esta sensación acerca de lo que es correcto y de lo que es incorrecto-una sensación, por otra parte, arraigada en lo más profundo de nuestro ser- forma parte del continuo trasfondo de sentimientos que impregnan nuestra vida.

Porque, del mismo modo que hay una continúa corriente de pensamientos, también existe una corriente continúa de sentimientos.

La noción de que existe ?un pensamiento puro?, es decir, una racionalidad ajena a los sentimientos, no es más que una ficción, una ilusión basada en nuestra falta de atención hacía los estados de ánimo sutiles que nos acompañan durante toda la jornada.

El pensamiento y el sentimiento se hallan inextricablemente unidos y, en consecuencia, albergamos sentimientos sobre todo lo que hacemos, pensamos, imaginamos o recordamos.

Porque aunque este sustrato emocional sea muy sutil, no debemos concluir por ello que carece de importancia. Con ello no estoy diciendo, obviamente, que debamos sopesar los hechos, atendiendo exclusivamente a los sentimientos, sino tan solo que debemos tenerlos en cuenta.

La conexión con nuestros sentimientos nos proporciona una información esencial que puede resultar vital para navegar adecuadamente a través de la vida.

Concluyendo, Antonio Damasio, que esta sensación de corrección o incorrección es capaz de indicarnos sí lo que estamos haciendo se ajusta o no a nuestras preferencias, a los valores que nos guían, a nuestra sabiduría vital.

En su libro antes citado, continúa Goleman con una referencia, muy interesante: El poder de la intuición: los primeros treinta segundos.

De hecho entre los tres mil ejecutivos que participaron en el proceso sobre la toma de decisiones, quienes se hallaban en los niveles más elevados eran también los que más se servían de la intuición para adoptar una decisión.

Como dijo un empresario de éxito: ?una decisión intuitiva no es más que un análisis lógico efectuado a nivel inconsciente?.en el que, de algún modo el cerebro calibra todas las posibilidades hasta dar con una decisión ponderada que nos permite determinar la acción más correcta.

En el entorno laboral, la intuición desempeña un papel fundamental. En este sentido Bjorn Jhansson, director de una empresa especializada en conectar a ejecutivos del más alto nivel con empresas multinacionales, le decía a David Goleman: ?Este negocio es intuición desde la ?a? a la ?zeta?.

Primero tenemos que evaluar la química de una empresa, sopesar las expectativas y cualidades personales de los Directores Generales, el clima interpersonal que fomenta y la ?politica? de la organización. Tenemos que comprender como funcionan los diferentes equipos de trabajo y como se relacionan entre si, porque cada empresa posee lo que podríamos definir como un ?aroma? característico, una cualidad distintiva que es posible llegar a percibir.

Una vez Johansson identifica ese ?aroma? procede a valorar a los posibles candidatos. Y la decisión final es francamente intuitiva.: ?A los treinta segundos del inicio de la entrevista, sé si la química del candidato se ajusta a la de mi cliente. Obviamente, también debo tener en cuenta su carrera profesional, sus referencias y otras cuestiones similares. Pero el hecho es que sí no franquea la primera barrera impuesta por la sensación intuitiva, no me preocupo en seguir adelante pero, por el contrario, sí mi cerebro, mi corazón y mi estómago me dicen que esa es la persona adecuada, es a ella a quién acabaré recomendando.

Y todo esto se ajusta perfectamente a las conclusiones de las investigaciones realizadas en Harward, según las cuáles las personas pueden experimentar intuitivamente, en los primeros treinta segundos de un encuentro la impresión básica que tendrán, a los quince minutos?.o al cabo de medio año.
Cuando la gente, por ejemplo, contemplaba fragmentos de solo treinta segundos de duración de conferencias de diferentes profesores eran capaces de evaluar su destreza con una exactitud aproximada del ochenta por ciento.

Esta sensibilidad intuitiva espontánea podría ser el vestigio de un primitivo y esencial sistema de alarma cuya función consistía en advertirnos del peligro y que sigue perviviendo actualmente en sentimientos tales como la aprensión.

En opinión de Gavin de Becker, especialista en sistemas de protección de personajes famosos, la aprensión es el ?legado del miedo?, una especie de radar que nos permite localizar el peligro advirtiéndonos, a través de una sensación primordial, de algo que ?no funciona adecuadamente?.

La intuición y las sensaciones viscerales constituyen un índice de nuestra capacidad para captar los mensajes procedentes del almacén interno de recuerdos emocionales, nuestro patrimonio personal de sabiduría y sensatez, una habilidad que se asienta en la conciencia de uno mismo, una facultad clave en tres competencias emocionales.

Conciencia Emocional: La capacidad de reconocer el modo en que nuestras emociones afectan a nuestras acciones y la capacidad de utilizar nuestros valores como guía en el proceso de toma de decisiones.

Valoración adecuada de uno mismo: El reconocimiento sincero de nuestros puntos fuertes y de nuestras debilidades, la visión clara de los puntos que debemos fortalecer y la capacidad de aprender de la experiencia.

Confianza en uno mismo: El coraje que se deriva de la certeza de nuestras capacidades, valores y objetivos.

Salvador Alcayna Domingo.
Cases de Dret.